martes, julio 25, 2017

FRANCO Y LA IDENTIDAD CATALANA

Cataluña no fue casus belli de la guerra civil. Digamos que fue a lo sumo pretexto (fundado y cargado de razones) de los militares que protagonizaron el Alzamiento en la Ciudad Condal. El detonante primero y principal lo fueron no obstante el caos y la anarquía que el triunfo del Frente popular trajo consigo y la amenaza de sovietización rampante que vendría a concretarse en los primeros meses de guerra al amparo de la explosión de odio y de lucha de clases que el fracaso del Alzamiento trajo consigo en zona roja. Esa es la verdad histórica. En los meses que precedieron al fracaso del Alzamiento en la Ciudad Condal y por vía de consecuencia en todo el Levante español (hasta el estrecho de Gibraltar) no se produjeron cambio significativos en materia de cesión de soberanía por parte de la autoridad del estado en favor de la región catalana.

La presión izquierdista por el chantaje y la violencia de los sindicatos obreros y los partidos de izquierda en los meses que inmediatamente precedieron al estallido de la guerra civil no hizo en cambio mas que incrementarse en toda España. Y si es cierto que el separatismo catalán tuvo cierto protagonismo yendo a jugar un papel influyente en el fracaso del Alzamiento en Barcelona -encarnado en las figuras de Escofet, antiguo oficial del ejército y posteriormente responsable máximo de los Mossos de Esquadra, y del presidente de la Generalitat Lluys Companys-, no es menos cierto que el aplastamiento de la sublevación militar en la capital catalana fue obra principalmente de las milicias obreras -y en particular de los anarquistas de la CNT y de la FAI- con la aportación decisiva de la Guardia Civil de Cataluña y de sus dos jefes principales, el general Aranguren y el coronel Escobar (que tenía una hija monja) ninguno de los dos (de ascendenci)a catalanes.


El fracaso del Alzamiento en Barcelona por culpa de los anarquistas los dueños y señores de Barcelona y del resto de Cataluña, y de Companys y de los catalanistas separatistas poco menos que rehenes de aquellos, hasta que se produjo el vuelco del partido comunista se hizo dueño de la situación, a costa de anarquistas y de trotskistas del POUM tras las jornadas de mayo del 37 en Barcelona cuando el catalanismo político volvió a verse tolerado, volviendo a recobrar con la venia del PC un modesto protagonismo. En la posguerra la alianza objetiva se proseguiría entre la izquierda vencida el 39 y el catalanismo independentista, como lo ilustraría el fenómeno de la Nova Cançó encarando figuras emblemáticas como Raimon o Luis Llach que se proclamaban abiertamente comunistas. ¿Se lo siguen diciendo a casi treinta años ya de la caída del Muro? No lo creo.

La extrema izquierda independentista representa hoy por hoy un sector político muy minoritario -mayormente representado en la CUP- por más que jugaran un papel tan decisivo en la retirada de la candidatura de Artur Mas a la presidencia catalana. Y su papel de francotiradores, o de electrones por libre, se habrá puesto ahora de manifiesto con su campaña de carteles en la vía publica que habrá se habrá servirse de la figura de Franco de espantajo publico con resultados todo meno previsibles. En el País Vasco el antifranquismo estaba muy arraigado en el tardo franquismo cuando hizo eclosión el fenómeno de la ETA, en Cataluña no era el caso y sin duda que ese fuera el factor decisivo en el fracaso del terrorismo separatista de signo catalanista. Como lo han recordado ahora oportunamente algunos, Franco hizo trece visitas (trece) de jefe de estado a Cataluña siempre -no se olvide- en olor de multitudes.

El choque de trenes parece pues inevitable entre dos estrategias diferentes, una que apuesta a una solución a través de la UE -y sin duda con el visto bueno de la Zarzuela- y otra que busca una ruptura por la fuerza, la de la izquierda catalanista. El reto no deja como ser como quiera que sea, de órdago a la grande, tal y como como lo lustran el editorial -"Divorcio a la española"- del diario francés Le Figaro en su edición de ayer que dedicaba todo un reportaje a los preparativos del referéndum en Cataluña. El diario francés no se mostraba especialmente favorable o no en exceso (contra lo que cabía esperar) a las perspectivas de un triunfo de las tesis indepedentistas? No o no demasiado. No ponían menos sobre el tapete, el reto magno que al caso catalán supone para Francia y para la mayor parte de los países europeos.

No niego la identidad catalana, vaya dicho de entrada. Sigo no obstante en mis trece. Sigo no obstante pensando que el guerracivilismo -aunque minoritario- juega un papel innegable en el proceso indepedentista en curso, y sigo pensando también que la lengua catalana es una recreación artificial en gran parte -como los bebés probetas-, de una lengua primigenia muerta al nacer en la Baja Edad Media. Y si quieren que el bebé se les logre -léase el de una autonomía o de un “soberanía” mas o menos nominal y decorativa en el marco o a la sombra de la UE, y de motivaciones primordialmente (sic) identitarias- tendrán que demostrar que son capaces de conjurar el fantasma guerracivlista, léase del re-encenderse de la guerra civil interminable

2 comentarios:

Aranna Meredith dijo...

Buenas tardes señor; con todo respeto me dirijo a usted sobre un tema que me ha dado lugar a debatirme dentro de mí misma.
Quizás resumida en una pregunta ¿La humanidad se pierde o se nace sin ella?
Espero su posible respuesta,
Atte.

Juan Fernandez Krohn dijo...

Con cierto retraso me topo con tu comentario y me permito darte mi modesta opinión (personal) de inmediato y con mmucho gusto. Se es lo que se es, de condición, de nacimiento. Y las circunstancias no nos cambian, nos revelan mas bien. Quiere decir que en situaciones límite, guerra, revolución, cárcel, hospital, salen fatalmente a relucir el cordero o la alimaña que llevamos dentro: mi modesta opinión, ya digo, de lo que la experiencia vivida me tiene puesto de manifiesto, Araceli. Un cordial saludo y mi agradecimiento sincero (por no esconderte en el anonimato, por lo menos)